Debemos imaginar qué tipo de habitaciones debería haber en esa casa ideal de acogida y acompañamiento de procesos de creación coreográfica
Cuéntanos cómo ha sido tu relación con Dantzaz, ¿cuándo, qué tipo de relación ha sido, qué acciones has llevado a cabo…?
Cuando era director del Auditorio Barañáin programaba a Dantzaz habitualmente, como una propuesta de calidad para la programación de danza y, además, una gran herramienta para trabajar con el público de Secundaria. Teníamos mucha conexión entre ambas entidades -el Auditorio pretendía ser un referente para la danza en Navarra- y presentamos varios proyectos conjuntos a nivel transfronterizo que no tuvieron éxito.
Filgi Claverie, entonces director general, iba a dejar su puesto y me propuso sustituirle. En 2011 inicié un trabajo conjunto con Filgi para, si se daban las condiciones, comenzar a trabajar en 2012, y así fue. Desde la gran crisis del 2008, Dantzaz tenía dificultades económicas por sufrir una serie de recortes en sus subvenciones y hacía falta buscar otras vías de ingresos, otras líneas de trabajo… en definitiva, redefinir su estructura. Además, las instituciones estaban empezando a dudar, había voces críticas con Dantzaz… hacía poco de la gran inundación en Arteleku y aún estábamos sin ordenadores, sin archivos... Este fue mi comienzo en Dantzaz.
La misión de Dantzaz había comenzado con la sensibilización, y se había encaminado hacia el empleo: la mayoría de sus bailarines conseguían contratos en compañías de toda Europa. No estábamos cómodos con la etiqueta de «joven compañía» porque no queríamos ser considerados una entidad de formación, sino de profesionalización. Hay una diferencia básica: queremos que los bailarines cobren por su estancia en Dantzaz, no que paguen por ella. Y, obviamente, si se suben a un escenario, debe ser con un contrato laboral como artista.
A lo largo del tiempo, Dantzaz se ha desarrollado de forma muy orgánica, incluso en la transición y en el cambio de Dirección General. Filgi se marchó, pero la misión y base de Dantzaz se ha mantenido, personificada por Adriana y gracias a su trayectoria, sabiduría y su trabajo artesanal con los bailarines y los coreógrafos. Con mi entrada, desde la mirada de alguien que llega de nuevo y con una visión estructural e institucional, aportaba muchas preguntas y algunas propuestas. Había que acordar con las instituciones qué es lo que teníamos que hacer y qué caminos tomar. Un dilema clave que nos planteamos era: «un bailarín de Dantzaz recibe un contrato con una compañía y debe irse hoy, aunque mañana tiene un espectáculo con Dantzaz. ¿Qué hacemos, le dejamos irse o hace la actuación?». La prioridad era clara: debía irse. Con esta preferencia, aclarábamos una línea de trabajo: impulsar el empleo. Y generamos los MugiZ, bailarines muy jóvenes de la Eurorregión a quienes dábamos entrada en Dantzaz mediante unas becas especiales. Esto ha provocado que hoy en día la casi totalidad de los bailarines de Dantzaz provengan de la Eurorregión.
Las necesidades del sector han ido cambiando. Promovemos a bailarines hacia la profesionalidad, pero el empleo, además de escaso, se precariza y dificulta. De contratos de larga duración pasamos a contratos por proyectos, autoempleo y autoabuso... En 2014 nos sorprendió ver que muchos exbailarines venían a nuestras clases de danza matinales, que son abiertas y gratuitas. Venían de Italia, Noruega, Francia… Les resultaba más barato mantenerse como bailarines en Donostia-San Sebastián que en sus ciudades y prepararse para afrontar audiciones, además de poder formar parte de proyectos de coreógrafos vascos. Porque, con el paso de los años, los coreógrafos vascos volvían de su exilio obligado -se han formado fuera y han trabajado fuera-, con lo que cada vez teníamos más compañías y más producciones vascas. Nuestra intención clara es la de no competir, sino cooperar. Nuestro formato se hizo cada vez más inusual (10 -12 bailarines) e hicimos que nuestra misión se concentrara en ofrecer ese formato de producción en gira. En cuanto a los bailarines, surgió el proyecto de BoomieZ, aprovechando esos exbailarines que volvían a Dantzaz para ofrecerles trabajo en proyectos concretos, apoyar en giras y creaciones… Y en cuanto a los coreógrafos locales, cada vez más numerosos, teníamos que posibilitarles trabajar con Dantzaz. Al principio fue Dantza-Klub, donde se invitaba y se creaba esa interacción con artistas locales. Ahora es Atalak, un gran proyecto-red que, creo, tiene un futuro ilusionante.
¿Cómo definirías Dantzaz? ¿Qué es Dantzaz para ti?
Nuestro nombre es Dantzaz, Dantza Garatzeko Elkartea, y desde un modo de hacer, heredado del modelo de centro coreográfico francés, hemos desarrollado un nuevo sistema de apoyo y desarrollo del sector. Hemos tenido en cuenta las características de nuestro territorio, trabajamos en creación y producción, en empleabilidad y generación de sector, en internacionalización y en relación con la comunidad y mediación. Respecto a la mediación, en un comienzo nos basábamos en campañas de sensibilización tradicionales, en las que visitábamos las escuelas e institutos con talleres coreográficos para luego acoger a esos colegios en sesiones escolares en los teatros. El sistema educativo actual ha ido evolucionando y cada vez tiene más dificultades para la coordinación con externos en acciones dentro de sus propios programas educativos. Así que teníamos que inventar nuevos caminos...
El primero fue que las acciones de mediación las protagonizaran los bailarines. Queríamos llenar las mochilas de los bailarines de diversos tipos de experiencias profesionales para estar más preparados a la hora de salir al mercado laboral. Poco a poco realizamos experiencias piloto, colaboramos con colegios y aprovechamos oportunidades como el 2016 y la Capitalidad Cultural. Queríamos tomar como base de trabajo los procesos de creación que se daban en Dantzaz y buscar las vías de encuentro con los procesos educativos. Así, se ha ido desarrollando una línea de mediación en cooperación con otras personas e instituciones que está siendo puntera en muchos aspectos.
El segundo fueron los modos de producción. Dejamos de invitar directamente a coreógrafos para hacer coproducciones con otras casas de la danza a nivel internacional, en residencias recíprocas. Tras unos cinco años de trabajo, creo, hemos abierto un camino muy interesante. Hacia el futuro, a nivel internacional, nos gustaría seguir desarrollando nuestra propia curaduría hacia jóvenes artistas emergentes, apoyados en colaboraciones con instituciones internacionales, para además seguir abriendo caminos a la internacionalización de artistas locales. Si nos fijamos en Atalak, creo que nos ha permitido centrarnos en la creación sin el peso añadido de la producción y la gira, y nos mantiene muy ligados a la realidad de la danza en nuestra Eurorregión. Así, podemos hablar de que hay una especie de zona de pruebas y otra de producción, en la que definimos lo que saldrá de gira.
Hemos tenido que innovar, entendiendo la innovación como un espacio de apertura y de conexión con otras realidades y otras visiones. Las ideas básicas han sido «conectar y probar». Así, hemos aprovechado todas las conexiones posibles para poder conocer a nuevas personas e instituciones y probar a colaborar. Siempre con mucha organicidad, sin renunciar a nuestra esencia, ni forzar a nadie a que renuncie a la suya.
Queremos explorar independientemente de que el camino esté claro o, incluso, de que haya o no camino. Paradójicamente, ahora estamos en un tiempo de pandemia y confinamiento en el que podemos reflexionar sobre lo andado, que es mucho, y lo que queda por caminar, que es muchísimo y apasionante.
¿Crees que su existencia es importante? ¿Por qué?
Sin duda. Es interesante seguir dibujando este nuevo concepto de estructura, con una misión que aúna el desarrollo artístico y el desarrollo del sector. Necesitamos entidades y espacios que ayuden en lo estructural, en los procesos, que acompañen... No solo es importante tener ojos externos para acompañar la creación, necesitamos acompañar y ayudar en la producción, la administración y financiación, la mediación, la distribución... no solo en términos de calidad artística, sino también de proceso. Espacios y estructuras que ayuden a los coreógrafos a desarrollar sus proyectos, sin que tengan que ser ellos los que lleven todo el peso en sus mochilas. Hay ejemplos muy inspiradores que hemos ido conociendo a nivel internacional para imaginar qué tipo de habitaciones debería haber en esa casa ideal de acogida y acompañamiento de procesos de creación coreográfica.
Si pensamos en el futuro, ¿cómo te gustaría que fuera Dantzaz en 2030?
Tenemos que ser un centro de empleo, una casa en la que hay una habitación con una misión muy clara para ofertar trabajo. Pero, ojo, no queremos ser una Empresa de Trabajo Temporal. Deberíamos utilizar fondos que vengan directamente del Servicio Vasco de Empleo Lanbidey de programas europeos de apoyo al empleo. También, apoyar la entrada en el mundo laboral y su mantenimiento como profesionales de la danza, teniendo en cuenta la intermitencia que ello conlleva. Que lo que tiene que ver con la formación continua tenga que ver con ser mejores creadores y mejores bailarines, pero también formemos a productores, distribuidores, iluminadores… para hacer equipos multidisciplinares en cada proyecto. Formación continua que apoye al sector entero y que salga del presupuesto de Empleo y Desarrollo Económico, no del de Cultura. Y la manera de crear empleo es generar y acompañar proyectos de creación y producción, claro, financiados con fondos que vengan de Cultura.
Creo que Adriana personifica lo que sería uno de los colores con el que pintar la casa: la generosidad. Yo le añadiría el de la diversidad y la apertura. Esa casa está conectada a nivel local e internacional y de manera especial con la comunidad mediante dos herramientas base: la mediación, que surge de cada uno de los procesos de creación que se generen y los conecte con la comunidad; y la documentación, la base para que lo que es siga siendo y, además, sea memoria (y análisis) desde el primer día de su creación.